martes, 25 de enero de 2011

Canarios en América: La fundación de San Antonio (Texas, USA)

El asentamiento en las orillas del río San Antonio (Texas, USA) puede citarse entre los poblamientos isleños más singulares en América.
El actual estado useño de Texas se corresponde a grandes rasgos con el territorio llamado, durante la dominación española, la Nueva Filipinas: una tierra fronteriza cuya escasa población se agrupaba en torno a las misiones franciscanas y algunos puestos militares.
Temiendo el avance de los franceses desde Louisiana, la Corona española y sus autoridades planearon la colonización de Nueva Filipinas. Para llevar a cabo esta empresa, desde el principio se pensó en los Canarios por su laboriosidad y adaptación al suelo americano.
Y así, en 1723, la metrópoli decidió que doscientas familias canarias pasaran a poblar Tejas.
Después de varios planes que no se llevaron a ejecución, quince familias (un total de cincuenta y siete hombres, mujeres y niños) partieron del puerto de Santa Cruz de Tenerife, a bordo del navío “Nuestra Señora de la Trinidad y del Rosario”, en marzo de 1730, y llegaron finalmente a Veracruz en junio de 1730. Desde allí los pobladores siguieron por sus propios medios hacia Texas, y casi nueve meses más tarde, el 9 de marzo de 1731, llegaron al presidio de San Antonio de Béjar. Allí se estableció esta colonia de isleños que puso la primera piedra de la que hoy es la ciudad de San Antonio de Tejas, una gran urbe de un millón de habitantes.
De las quince familias que fundaron San Antonio siete procedían de Lanzarote, dos (Antonio Rodríguez y Manuel Niz) de Gran Canaria, tres (Juan Álvarez Travieso, y Felipe y José Antonio Pérez) de Tenerife, y dos (Francisco Arocha y José Padrón) de La Palma. Así que la mitad de los fundadores procedían de una isla —Lanzarote— que en los años precedentes había atravesado grandes penurias, y que desde 1730 conocía las grandes erupciones volcánicas que se prolongaron hasta 1736.
Sin pérdida de tiempo, los colonos Canarios se repartieron las tierras y comenzaron a trabajarlas. Introdujeron las técnicas canarias de regadío, y trazaron las calles de una pequeña población. Así nació la villa de San Femando de Béxar. Sus fundadores recibieron de la Corona el título de Hidalguía, y conformaron la élite social y política de la región, cuyas señas de identidad se han transmitido hasta sus actuales descendientes, orgullosos mantenedores de su herencia.
La fundación del asentamiento civil de San Fernando de Béxar tuvo lugar junto al río San Antonio, entre ese río y el San Pedro, frente a la Misión franciscana de San Antonio de Valero, más conocida como El Álamo.                                                                                                                                                                               
Misión de San Antonio de Valero, El Álamo, en San Antonio de Texas.

El 1 de agosto de 1731, se produjo la constitución del primer gobierno municipal de la villa de San Femando de Béxar, el Cabildo fue formado por los varones casados del contingente de fundadores, quienes eligieron como primer alcalde a Juan Leal, natural de Lanzarote.
La villa creció, convirtiéndose en 1772 en la capital de Texas.
Con el fin de la dominación española, Texas formó, junto a Coahuila, uno de los Estados de México. Durante el periodo de existencia de la República de Texas (1836-1845) se estableció el condado de Béxar, y la ciudad recibió su actual nombre de San Antonio de Texas.
A partir de 1846, el condado de Béxar y la ciudad de San Antonio se integraron en los Estados Unidos de America.
José Padrón, fundador de ciudades
Saro Díaz
El palmero José Padrón fundó la ciudad de San Fernando de Béjar, en Texas (USA), allá por 1730.
Este fundador de asentamientos nació en La Palma (Canarias) en 1708 y contrajo matrimonio en Lanzarote con María Francisca Sanabria. Y a Texas se fueron su esposa y él dispuestos no a amoldarse a una ciudad sino a hacerla a la medida de sus deseos y de sus medios.
¡Qué tremendo sueño!: Hartarse del mundo conocido y partir hacia una tierra nueva sobre la que edificar y organizar, sobre la que sufrir y gozar, sabiendo que si se está ahí es porque nuestras propias energías lo han hecho posible.
Nada más sabemos de José Padrón, pero para desentrañar su vida bien podemos guiarnos de las crónicas de otros fundadores Canarios, pues San Antonio de Texas también fue fundado por isleños.
Corría un día de marzo de 1730 cuando de Canarias partía rumbo a EEUU un barco ocupado por unas veinte familias procedentes de Lanzarote, Las Palmas, Tenerife y, por supuesto, La Palma, cuando en Texas no existía aún una ciudad que luego se llamaría San Antonio.
Eran un puñado de Canarios que vivían bajo las estrellas, acechados por las tribus de pieles rojas, atentos a los ruidos y a los movimientos de los caballos, y con la mano siempre presta a empuñar el arma para defenderse.
La fundación de ambas ciudades prueba que los palmeros, los Canarios en general, no fueron meros buscadores de fortuna material sino que también instauraron organización humana donde antes sólo soplaba el viento.
María Francisca, alargando una mano por bajo la manta tendida al sereno, preguntó a su marido:
—José, ¿qué nos pasará?
—Calla, mujer, que no pasará nada. Ya verás que cuando llegue el día se espanta esta inquietud.
Llegar a fundar una ciudad es similar, salvando la distancia y el esfuerzo, a abrir la puerta de una casa nueva, pero destartalada y fría, a la que hay que llenar de calor, de risas, de olores de comida y de conversación para ahuyentar los fantasmas del vacío. Abrir las cajas llenas con los pertrechos que nos sirvieron para la vida en el lugar que hemos abandonado. Hacer de las dificultades un reto diario, y ver, poco a poco, cómo la ciudad-casa se va convirtiendo en el lugar al que ya siempre se desea volver a descansar el cuerpo y el ánimo de los azares exteriores.
José Padrón, ya envejecido, sentado en el porche de su casa en San Fernando de Béjar, contempla las otras edificaciones recordando cómo fueron levantadas; las dificultades y las victorias; cuando al fin lograron que manara agua de un pozo; cuando se erigió la iglesia tratando de acotar los pecadillos que cada viernes y sábado se tejían en el salón; y cuando María Francisca, su esposa, en aquella lejana noche, estando ambos a la intemperie, necesitó tocar a su marido para confiar en el futuro.
Y luego,
—¡Ay, María, ¿qué será de mi gente allá en La Palma?
Y un silencio estremeciéndoles la distancia y esa vejez de fundadores.


http://padronel.net/2008/02/21/otros-canarios-en-amrica-la-fundacin-de-san-antonio-texas-usa/

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