domingo, 20 de febrero de 2011

Los 64 colonos de San Fernando

 .
San Fernando de Maspalomas, el barrio más poblado de San Bartolomé de Tirajana, surgió hace medio siglo con la llegada de 64 familias
M. PINO PÉREZ Gran Canaria tiene desde ayer un nuevo poblado en el Sur. Se llama San Fernando de Maspalomas. Y ha sido construido por el Conde de la Vega Grande para que vivan gratis los trabajadores de sus fincas". De esta forma, iniciaba la crónica el periodista del Diario de Las Palmas, que había acudido el 1 de marzo de 1961 a la inauguración de las primeras sesenta y cuatro viviendas que se construyeron en San Fernando.

Aquel poblado, que se levantó en la carretera general del Sur, en su margen derecha, y con vistas a la playa de Maspalomas, hoy, con 5.800 vecinos, se ha convertido en el mayor núcleo residencial de San Bartolomé de Tirajana. Junto a esas primeras casas también se levantó una iglesia y una escuela pero el templo hubo que volver a edificarlo y el colegio se derribó. No imaginaron esos colonos, que aquellas tierras de millo, trigo, cebada y garbanzas dejarían paso a modernos edificios de hoteles y apartamentos. Tal es así que el mayor de esos primeros pobladores, Daniel Rodríguez Sánchez, ya con 93 años, señala que se "asustó" al ver cómo se construían tantos edificios para el turismo. La misma preocupación dice Ana Rosa Franco que llegó a tener su padre Fernando, ya fallecido, quien ante el boom del turismo advirtió: "Terminaremos cuidando cabras en los apartamentos".

Además de lazos de parentezco, las sesenta y cuatro familias, que ocuparon a estas viviendas mantenían otro nexo de unión, pues los jefes de cada clan trabajaban para el Conde de la Vega Grande en las plataneras, en los tomateros, de camellero o en el pozo de agua. Parece que a todos les agradó la idea de vivir en San Fernando. Unos salieron de sus casas de El Lomo, como es el caso de Lola Sánchez, que llegó con tres hijos y tuvo allí a cinco más, o de Ana Rosa Franco, que vino con sus padres y hermanos; mientras que otros como los padres de Daniel Rodríguez y de Ezequiel Pérez se vieron obligados a dejar sus viviendas porque iban a ser derribadas para levantar los primeros apartamentos y hoteles de la sociedad, también del Conde, Maspalomas Costa Canaria.

En aquellas casas de 62 metros cuadrados que tenían tres dormitorios, cocina, baño, y un patio llegaron a vivir familias muy numerosas. Lola Sánchez tuvo que disponer literas para acomodar a sus ocho hijos, y en un tiempo hasta su suegra. En la de Ana Rosa llegaron a convivir los padres, y los tres hijos con sus cónyuges. En la de Daniel Rodríguez , hoy con bisnietos, tuvieron que acomodar a los seis hijos en habitaciones en orden a los sexos. Y lo mismo ocurrió en la de Ezequiel Pérez, pues María Perera y Antonio Santana tuvieron cinco hijos.

Esas edificaciones, que un día estrenaron sin tener que suscribir una hipoteca, tuvieron que comprarlas más tarde al Conde por unas 320.000 pesetas. Lola Sánchez recuerda incluso la cantidad. Las viviendas, edificadas por Entrecanales y Tavora, había contado con una subvención del Ministerio de la Vivienda y según la crónica periodística del Diario de Las Palmas, tuvieron un coste de 65.000 pesetas cada una. Pero hubo quien, como el padre de Ezequiel Pérez, Antonio Santana, se empeñó en creer que ya era dueño de la vivienda, y con el paso del tiempo, para evitar el desahucio no tuvo otra opción que abonar un millón doscientas mil pesetas, según asegura su hijo.

Hoy la mayor parte de aquellas viviendas diseñadas por el arquitecto Manuel de la Peña se han convertido en casas de dos y tres plantas, renovadas con los últimos materiales de construcción por dentro y por fuera. Algunas han pasado a la segunda generación. Es el caso de Ana Rosa Franco, que incluso tuvo que "tirarla y volver a edificarla porque tenía aluminosis". También Olga Rodríguez ha vuelto al hogar de toda su vida, del que salió cuando se casó, y donde también están sus padres Daniel y Nemesia.

Fue la llegada del turismo la que brindó la oportunidad a estos pobladores de acceder a una vida distinta. Los extensos jornales en las plataneras y en los tomateros los dejaron por unas tareas quizás desconocidas, pero mucho mejor remuneradas. Así sin dudarlo, se colocaron como guardianes de las nuevas edificaciones, jardineros, camareros y limpiadoras. Unos años después sus propios hijos también comenzaron a entrar a trabajar en los apartamentos Los Caracoles, en el restaurante La Rotonda, y en hotel Folías. Hoy día, la mayor parte de los residentes en San Fernando trabajan en la hostelería.

De esos primeros empleos en el turismo a todos les llamaron la atención las propinas. Lola Sánchez relata que fue "tan bruta" que cuando sus hijas mayores llegaron con propinas no creyó que tanto dinero se lo hubieran dado los turistas, y les preguntó que si lo habían robado. La misma situación vivió Ana Rosa Franco cuando le mostró a su padre 2.000 pesetas de propinas. Hasta el nonagenario Daniel Rodríguez recuerda que fueron tiempos en los que "el turista dejaba mucho dinero". "Les dabas un tomate y te daban algo".

La llegada de los extranjeros no sólo les mostró otra forma de ganarse la vida, también aprendieron poco a poco a disfrutar de la playa de Maspalomas, que en los 60 tenía una cadena para entrar. Era un lugar para el turista, juegos de niños y para coger agua de un chorro. Es el desarrollo turístico de Maspalomas, San Agustín y Playa del Inglés, el que impulsa nuevas migraciones de toda la Isla a San Fernando
.


http://www.laprovincia.es/gran-canaria

No hay comentarios:

Publicar un comentario