viernes, 25 de febrero de 2011

LA EMIGRACIÓN Y SU TRASCENDENCIA EN LA HISTORIA DEL PUEBLO CANARIO (X) 2/ parte

Andrés  García  Montes

Si antes los labradores expulsados de El Tocuyo eran marginales frente a las extensiones dedicadas a las siembras de caña de azúcar en constante aumento, ahora serían avanzada de un proceso extraordinario sin la competencia del territorio vecino. Solo estarían sujetos a las limitaciones impuestas por el mercado que debían abastecer; y éste crecía anualmente a grandes trancos, gracias a que en Venezuela se venían produciendo cambios en la cultura alimentaria, hacia un mayor consumo de vegetales en la dieta diaria de la población nativa. Los canarios -sembradores y comercializadores de esos productos- fueron importantes propugnadores de tales cambios.
Otro factor muy destacado que favoreció en gran medida el desarrollo del potencial productivo recién descubierto fue la situación geográfica de la depresión, en el centro-occidente del país y conectada por excelentes vías carreteras a los centros urbanos más poblados del territorio nacional, esto es, la franja norte-costera y la depresión del Lago de Maracaibo, con una cobertura que abarca más del setenta por ciento de la población venezolana, la de mayor poder adquisitivo y con toda seguridad la de la mesa más variada.
Los alicientes fueron poderosos para personas emprendedoras y la reacción no se hizo esperar. En una primera oleada se alternaría el arribo de canarios procedentes de El Tocuyo y otros puntos del territorio nacional con nativos propietarios de tierras para seguir los pasos de José Rodríguez; luego vendrían otros criollos y más canarios procedentes del Archipiélago, llamados por familiares para que trabajaran con ellos. Hasta más de tres mil isleños llegarían a estar dedicados al laboreo agrícola en la primera década.
Los proyectos del pionero no se limitaban al cultivo del tomate; desde un primer momento pensaba en ampliar sus ensayos a cebollas, pimentones, maíz, frijoles, melones. Así lo hizo y gracias a sus iniciativas y a la intensa actividad desplegada por quienes lo secundaron, serían suficientes pocos años -los de la década del sesenta- para que la depresión de Quibor tomara el liderazgo nacional en la producción de algunos de aquellos rubros (en primer lugar los tomates; luego cebollas y pimentones). Se recogía cerca del sesenta por ciento de los tomates y el setenta por ciento de las cebollas para proveer el mercado venezolano. El peso de esta producción en el total nacional permitió y aún permite a los agricultores organizados en el mercado al por mayor de Barquisimeto, fijar el precio de venta de aquellos artículos a escala del país entero. Durante ese tiempo el área apta para las siembras sumó cerca de ocho mil hectáreas, de las cuales una porción de aproximadamente tres mil se mantenía improductiva por las necesidades de rotación de cultivos y problemas de irrigación.
Quibor se animó rápidamente. Las actividades agrícolas determinaron demandas inmediatas de instrumental de trabajo, abonos químicos, comestibles, bebidas, vestidos, etc, para cuya satisfacción surgieron los establecimientos comerciales correspondientes; al poco tiempo, empresas vendedoras de maquinaria agrícola encontraron atractiva la apertura de locales para ofrecer sus equipos; tras las maquinarias se instalaron talleres de reparación y más tarde otros servicios. El auge agrícola y mercantil hizo crecer notablemente el empleo, aumentó la masa monetaria circulante y el negocio del crédito bancario, tanto, que la banca se extendió a este nuevo emporio para captar las cuentas de muchos clientes. Quibor creció de manera acelerada y de una población ligeramente superior a cinco mil habitantes pasó a albergar más de cuarenta mil.
Pero el movimiento no se quedó en esa fase, de por sí excepcional. En las tierras altas de entremontañas menos afectadas por la erosión e intocadas por ella, algunos canarios probaron a cultivar papas, con un resultado tan gratificante que ahora allí se producen cantidades significativas de este tubérculo, también determinantes en la fijación del precio nacional. Las poblaciones de Sanare y Cubiro, cercanas a Quibor, agregaron así unas cuatro mil hectáreas al proceso aquí narrado.
Posteriormente se introdujo el cultivo de la vid en amplias extensiones, tanto en la depresión como en las tierras secas que se extienden entre Quibor y El Tocuyo, sumando con esto un nuevo elemento productor de riquezas que dentro de poco dará lugar a las instalación de una industria vinícola. Son sometidos a prueba otros cultivos de productos tropicales con resultados prometedores, que probablemente a corto plazo estarán convertidos en plantaciones de carácter comercial.
Interés Gubernamental
Los canarios que contribuyeron al desarrollo de la depresión de Quibor no recibieron ninguna atención de los gobiernos de turno cuando llegaron a Venezuela. Como no fuera para permitirles el ingreso. Unos varían en condiciones de inmigrantes libres, por su cuenta o a expensas de algún familiar; otros salieron de Islas Canarias en la corriente de la emigración clandestina, de triste recordación. Ambas condiciones dispensaban a las dependencias nacionales especializadas de prestarles atención; así el país ganaba fuerza de trabajo y no gastaba nada en adquirirla, aunque no pudiese dirigirla ni medir su utilidad social.
La participación que tuvieron en el proceso de Quibor tampoco contó con ayuda oficial. Exploraban tierras consideradas inútiles que no entraban en ningún plan gubernamental y, hasta quedar fehacientemente demostrada su capacidad, cualquier inversión hecha allí podría considerarse dinero colocado a fondo perdido, las primeras sumas empleadas para construir este granero nacional fueron ahorros de los labradores; los “riesgos” corridos posteriormente por la banca tenían el respaldo de activos saneados, ofrecidos por los agricultores en garantía de los préstamos crediticios la parte difícil del proceso estaba concluida.
Los gobiernos no ignoraron el fenómeno; pero no tuvieron nada que ver con su génesis. Cuando éste se hizo tan notorio que al fin las organizaciones estatales se ocuparon de la depresión, fue para presentar dos proyectos, uno positivo aunque todavía inconcluso y otro francamente oportunista y negativo.
El primero tuvo una gestación lenta, impuesta por su naturaleza y los estudios de viabilidad necesarios. Consiste en un complejo hidráulico para represar las aguas del Río Yacambú, que corre al otro lado de las montañas circundantes de la depresión, formar un gran lago artificial y perforar un túnel de trasvase para llevar agua potable a Barquisimeto e irrigar las tierras recién puestas en condiciones de aprovechamiento. La construcción comenzó en 1974 y según estimaciones de ingeniero conocedores del proyecto, a 1989 sólo se ha ejecutado el cuarenta por ciento del túnel y el cincuenta por ciento de la represa. El proyecto no ha avanzado al ritmo necesario, debido a errores técnicos de construcción, desidia de altos funcionarios y rivalidades políticas: y ocurre asimismo que por estas dos últimas causas no se presta el mantenimiento adecuado a las partes construidas hasta la fecha. Esta omisión las ha deteriorado y a resultas de ello, cada vez que reemprenden los trabajos es menester recomenzar en etapas que eran consideradas avances definitivos. La estimación del tiempo total para terminar la obra fue de diez años y después de quince de haberse iniciado. Su construcción no ha avanzado ni siquiera hasta la mitad.
El segundo proyecto, anunciado en 1975, se proponía realizar un proceso legal mediante el cual serían expropiadas las tierras de la depresión para distribuirlas a los campesinos en cumplimiento de los planes de Reforma Agraria. Este anuncio desalentó a los cultivadores establecidos; muchos de ellos redujeron las siembras; otros liquidaron sus intereses y se marcharon. En consecuencia, se produjo la disminución de la oferta frente a una demanda que presionaba y llegaron a escasear los frutos; en algunos casos el comportamiento del mercado elevó los precios hasta duplicarlos. El propio presidente del Instituto Agrario Nacional tuvo que asistir a una Asamblea de productores, donde se comprometió a observar una moratoria del proyecto por diez años. Han transcurrido catorce de aquel compromiso y no se ha vuelto a hablar del asunto, que parece abandonado por el gobierno. Pero el daño causado a la economía de la región no se repuso, porque los cultivadores que se fueron (casi todos canarios) lo hicieron en condiciones superiores a los de su llegada, las que les permitieron instalarse en otros sitios donde trabajar sin el peso de semejante amenaza sobre su futuro. 
Por otro lado, el nivel freático de la depresión bajó considerablemente como resultado de la diferencia acumulada entre la extracción y la absorción de agua. Antes de concluir la década de 1970 el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables dictó medidas conservacionistas que molestaron a los cultivadores, quienes replicaron con el argumento de que pronto la represa de Yacambú (si era terminada a tiempo) proporcionaría tal cantidad de agua, que no era necesario el celo puesto en la preservación de los depósitos del subsuelo. Ante la insistencia del Ministerio, los labradores respondieron reduciendo un tanto la producción, como tentando la derogatoria de las normas impuestas para conservar el recurso.
Evolución del Fenómeno
La gran fuente de riquezas agrícolas de Quibor ya está creada. En virtud de su importancia cuantitativa, de la ubicación estratégica que ocupa en el país y de la magnitud de las inversiones que la llevaron  al estado actual, es improbable que desaparezca; ni siquiera es previsible una caída de la producción por debajo de los niveles de 1988. Esto se puede afirmar en vista de los incrementos constantes de la demanda nacional y el aumento experimentado por la rentabilidad de los cultivos, dos estímulos suficientes para servir de contrapeso a las dificultades resultantes de la acción gubernamental.
Los productores han tendido a tranquilizarse al constatar que, salvo sobresaltos ocasionales, las amenazas se quedaron en eso; esperan además que la dinámica de las necesidades agroalimentarias del país fuerce a terminar la represa de Yacambú en un plazo razonable. No ha desaparecido la actitud de alerta; pero la vida cotidiana parece haber retornado a la normalidad y las tierras de Quibor. Sanare y Cubiro, contribuyen con abundantes cargas diarias de sus frutos a mantener animado el mercado al por mayor de Barquisimeto. Hasta se evidencia un ritmo creciente en las últimas cosechas, que si no han revertido la tendencia depresiva deben estar a punto de hacerlo.
No es preciso indagar mucho para llegar a la conclusión de que los estados de ánimo operados en los productores de Quibor y sus alrededores fueron causados por intervenciones poco afortunadas de los gobiernos nacionales desde 1973. Estos pusieron de manifiesto políticas contradictorias, capaces de provocar reacciones pesimistas o de inducir a gratas expectativas. Durante los últimos años se ha visto mejorar esa conducta con anuncios de acciones y proyectos que, aunque carentes de firmeza en su acometimiento, apuntan hacia una rectificación de rumbos.
Recientemente el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables suavizó las disposiciones conservacionistas dictadas para preservar los acuíferos del subsuelo y proteger la zona de las depredaciones causadas por la actividad agrícola, que deterioraba unos terrenos en beneficio de otros. No renunció al cumplimiento de sus obligaciones de vigilancia y control; pero ha optado por una política de entendimiento y de experiencias didácticas provechosas. En esto ha sido positiva la intervención de un organismo regional creado por el mismo gobierno central, la Fundación para el Desarrollo de la Región Centro-Occidental (FUDECO).

 Una medida de gran alcance fue tomada en agosto de 1982, según se cree, dirigida a bloquear las aspiraciones del sector manufacturero de Barquisimeto, cuyos dirigentes pretendían convertir la depresión de Quibor en zona de ampliación industrial de aquella urbe y apoderarse de las aguas de Yacambú. Un Decreto del Presidente de la República en Consejo de Ministros declaró zona de aprovechamiento agrícola el área delimitada por una poligonal cuyo vértices encierran las 43.395 hectáreas de la formación, con prohibición expresa de …“cualquier uso distinto a los previstos en el plan de manejo (…) y en especial aquellos que sean incompatibles con la calificación agrícola de los suelos”. Al desvanecerse los planes de los industriales de Barquisimeto, los productores han recobrado la confianza de que podrán seguir trabajando tranquilamente.
Con respecto a la represa, si nos atenemos a las noticias de prensa, el panorama no termina de aclararse, en razón de que a breves intervalos se leen informaciones contradictorias. Hace pocos días un periódico de Caracas reprodujo una protesta del Sindicato de la Construcción del Estado Lara, por el despido de la mayoría de los trabajadores contratados para esa obra (de 166 habían sido cesanteados 143) luego recogió la declaración el Ministro de Planificación, según la cual en fecha próxima se dispondrá de diez mil millones de bolívares para culminar los trabajos en 1993,…”incluida la represa, el túnel de trasvase, el suministro de agua potable a Barquisimeto y todo el sistema de riego para el Valle (sic) de Quibor”. Aparentemente se trata de un compromiso formal del gobierno pero otros han sido incumplidos y la gente de Quíbor no ha superado del todo la desconfianza en promesa de este tipo.
Con todo, a juicio de quienes ven el fenómeno como simples observadores, la actividad de la que nació está consolidada  sin riesgos de regresión; la dificultad más aguda que pueda sufrir será causada por el descenso del nivel freático. Opinan que Venezuela no está en condiciones de renunciar a la producción que Quibor, Sanare y Cubiro aportan al consumo nacional y antes de dejarla decaer por falta de agua, la administración nacional hará cualquier sacrificio fiscal para terminar la represa.
La Presencia Canaria en el Momento Actual
Desde el momento de mayor concentración hasta la fecha, el número de canarios en Quibor se redujo de más de tres mil a poco menos de mil ochocientos. Muchos de los que están allí actualmente son considerados miembros de la colonia canaria  porque realizan actividades económicas en la depresión o en la ciudad; pero ya no habitan en ella sino en Barquisimeto, a donde se trasladaron porque con los capitales  acumulados  en el trabajo de la tierra hicieron en esta ciudad nuevas  inversiones que deben cuidar más de cerca, o porque encontraron facilidades para una existencia más placentera: urbanizaciones bien diseñadas y confortables, dotadas de servicios satisfactorios; relaciones sociales que no se cultivan en Quibor, amen de oportunidades educativas de mayor calidad y amplitud para sus hijos. Otros forman parte de la colonia, sólo en tanto que naturales de Islas Canarias, porque en gran número han adoptado la ciudadanía venezolana.
A pesar de la disminución del colectivo, de las mudanzas, de las nacionalizaciones (aunque esto último no tiene mayor consideración al juzgarlos), parece como si la colonia canaria en Quibor fuese más notable ahora que antes. Esto se debe a varias causas, algunas de las cuales merecen ser examinadas.
Estos hombres, cuando comenzaron a hacer productivas las tierras, las dedicaban tanto tiempo que no se separaban de ellas sino brevemente, para ir a la ciudad a comprar las cosas más necesarias; por otro lado, los años iniciales fueron de asombro y confusión para los habitantes de Quibor, con los responsables del “milagro” ausentes, dedicados a mejorar las siembras y acumular ganancias para explotar la tierra en forma más provechosa. Sedimentados los efectos de aquella transformación, estabilizados en sus quehaceres y con mayor seguridad personal, los isleños tendieron a asimilarse socialmente. Del período de contemplación de su obra pasaron a compartir la celebración de cuanto ella representaba; y, tomada conciencia del papel que estaban desempeñando, aumentaron su proximidad a los habitantes de la ciudad. Incluso por la vía del matrimonio se han integrado a familias de todos los niveles económicos y sociales.
La presencia canaria y la persistencia del fenómeno agrícola pusieron de relieve que éste no era pasajero. La reflexión de los quiboreños fue procesando esta idea y hoy reconocen el mérito de los canarios; hacen públicos testimonios del aprecio que les inspiran como personas y por la prosperidad que trajeron a la región. Adicionalmente, estos inmigrantes han incursionado en otras actividades, en las cuales ocupan posiciones de punta como dueños del mejor hotel, los mejores restaurantes, el mayor supermercado, buenos talleres mecánicos, establecimientos distribuidores de semilleros para la siembra, etc. están hoy en muchos sitios donde antes no estaban y son señalados como modelos de espíritu emprendedor, responsabilidad, solidaridad y eficiencia.
Los que se quedaron (entre ellos José Rodríguez) se han multiplicado en los hijos. Algunos siguen los pasos del padre, otros buscarán horizontes distintos; pero de diversos modos son una ampliación de la colonia y tanto cuantitativa como cualitativamente sustituyen a quienes se marcharon.
Una consideración final. Esta colonia tiende a desaparecer por envejecimiento, más que por dispersión. Acerca de lo segundo ya quedó dicho algo; en cuanto a lo primero, debemos considerar que el último inmigrante canario avecindado en esta ciudad llegó al país en 1969, cuando contaba treinta y dos años de edad. Hay unos pocos más jóvenes, que llegaron recién nacidos, pero también envejecen. El cuadro general es éste:
Canarios residentes en Quíbor
Frecuencia por Edades a Fines de 1989
Años de Edad
Porcentajes
30 - 39
8,9
40 – 49
24,4
50 – 59
31,5
60 – 69
23,1
70 - 79
10,1
80 - 89
2,0

El problema no se objetiva, simplemente, porque Venezuela haya cerrado sus puertas a la inmigración, como efectivamente lo ha hecho. No se trata de traer nuevos hombres para relevar a los viejos, pues la colonia se integra sobre la base de unos bienes de propiedad privada cuyos titulares conservarán, venderán a quienes se les antoje o transferirán a sus descendientes venezolanos en aplicación del derecho sucesoral. Por eso, no hay lugar para el relevo y en consecuencia, indefectiblemente desaparecerá como conglomerado canario. Primero perderá su identidad con la tercera generación, cuyos retoños ya están creciendo y luego se extinguirá. Pero algo es tan seguro como lo anterior: su obra perdurará, gracias al impacto que ha causado. Ya la crónica ha recogido la parte medular de los sucesos protagonizados por estos hombres y quedan abundantes evidencias para el trabajo historiográfico futuro.  http://elguanche.net

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