lunes, 28 de febrero de 2011

La Isla y la búsqueda del tesoro

Un accidente en un pozo de Garachico, en el norte de Tenerife, causó un muerto y un herido grave el 17 de septiembre de 1946. La prensa de la época informó que el fallecido era Domingo Miranda. Él y varias personas más habían pedido permiso para realizar una prospección en busca de galerías de agua. Según el investigador José Velázquez Méndez, algunos testimonios desvelan que tras el accidente los responsables del pozo pidieron ayuda a ciertas personalidades influyentes para que echaran tierra al asunto. Pero ¿por qué tanto secreto? Al fin y al cabo, la perforación tenía licencia. A no ser, claro, que el objetivo no fuera buscar agua, sino algo bien distinto: un tesoro.                
SOL RINCÓN BOROBIA


SANTA CRUZ DE TENERIFE El 11 de diciembre de 1645, día de San Dámaso, llovía en los altos de Garachico. Hacía ya dos semanas que la lluvia no daba tregua. Tanto llovió que el agua se acumuló en las montañas y formó una especie de balsa improvisada sobre las cabezas de los garachiquenses. La tragedia no se pudo evitar; la presión del agua alcanzó su máxima y rompió con todo. La riada destruyó unas ochenta casas del barrio de los Reyes, mató a un centenar de personas y se abrió pasó hasta el puerto, donde hundió varias embarcaciones.
Los datos históricos recogidos por el cronista oficial de Garachico, José Velázquez Méndez, desvelan que el agua echó a pique más de 40 barcos, aunque hay algunos historiadores que calculan hasta 80, entre los que había anclados y los que no les dio tiempo de abandonar el puerto.
Velázquez informa que para que una embarcación pudiera salir del puerto tenía que ser atoada por siete u ocho barcos. A ese ritmo, no hubo tiempo de sacar todos a alta mar para evitar la masa de lodo, piedras y árboles que se les vino encima.
Sea cual sea la cifra correcta, lo cierto es que la avenida arrastró muchas embarcaciones al fondo del mar. Y aquí empieza la historia del tesoro.
El cronista opina que en los navíos tenía que haber dinero. Dinero que pertenecía a los pasajeros, al maestre, e incluso giros que algunos emigrantes hacían a sus familias de Canarias o de la Península. Además, los mercantes podían traer de vuelta el pago por las mercancías vendidas en otros países.
"Los barcos están ahí. Hay muchos enterrados", afirma. En cuanto a si hay oro en algunos de los galeones hundidos, no tiene pruebas. Pero tampoco hay indicios de lo contrario. De hecho, hubo un intento de rescatar el supuesto tesoro, una empresa un tanto difícil, ya que la erupción del volcán en 1706 cubrió el lugar de los naufragios.
Según el estudio realizado por Vicente Benítez Cabrera, licenciado en Ciencias del Mar y en Historia, los empresarios Daniel Dorta y Domingo Miranda, el investigador Vicente Sánchez Araña, el ingeniero José Arrate y el radiestesista Jerónimo Peckler se reunieron en 1946 para organizar una perforación en la lava que 240 años antes había escupido el volcán de Garachico.
Aunque los permisos que solicitaron eran para descubrir galerías de agua, "el propósito no oficial" de la prospección era atravesar la capa de material volcánico y también la formada por el aluvión del siglo XVII para localizar los barcos y sus cargamentos, indica Benítez. "Según algunos testigos de la época, llevaban un detector de metales y encontraron algunos objetos. De hecho, hay quienes aseguran incluso que sacaron objetos de oro y plata", añade el investigador.
Pero el 17 de septiembre de 1946 tuvo lugar un accidente en el pozo. En él murió Domingo Miranda y Miranda y quedó herida otra persona, Vicente Álvarez Henríquez, un joven que acompañaba al empresario y que se fracturó las piernas.
El pozo fue sellado y el asunto olvidado. Benítez explica que el pozo está junto a la carretera que une Garachico con Buenavista y Los Silos, a unos 500 metros del muelle viejo. El lugar permanece aislado, rodeado por un muro.
Lorenzo Dorta, alcalde de Garachico desde 1969 a 1987, informa que el incidente del pozo tuvo mucha repercusión e incluso Radio Nacional de España informó sobre el suceso. "Era una época en la que no se hablaba nada de Canarias" en las noticias nacionales, resalta. Aunque ocurrió siendo él un niño, se acuerda perfectamente. La casa de sus padres estaba a 500 metros del lugar y el accidente se convirtió en todo un acontecimiento. Entonces no había ambulancias y se utilizaron coches particulares para trasladar a las víctimas. Sobre la posibilidad de que el grupo hubiera descubierto monedas u otros objetos, Dorta advierte de que no hay pruebas fehacientes al respecto. "Yo creo que no llegaron a extraer nada del pozo". Vicente Benítez corrobora que no es fácil lograr esta clase de información, ya que, si realmente se encontró algo, es improbable que las familias de aquellos hombres desvelen este dato.
Benítez aporta, no obstante, un texto elaborado por el cronista: "Pues bien, un grupo de tres personas formaron una sociedad en comandita para, oficialmente, perforar un pozo para elevar agua. Según testigos de la época, hallaron oro y plata. Un día subían muy contentos con todo lo que habían hallado y el que estaba en la cabra o elevador soltó la manivela, no puso el seguro, y el medio barril bajó los doce metros de altura de un golpe y hubo una desgracia que paralizó todas las faenas de extracción"

  





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