miércoles, 31 de agosto de 2011

El último burro de Tejeda



Rosita lleva tres años paseando sobre sus lomos a los turistas que se acercan a la Cruz de Tejeda. Le da igual que sean ingleses o canarios. Su dueño, Manuel Ortega, sí tiene preferencia por el público local porque a la hora de la propina, «a voluntad», muestra más simpatía por esta cuadrúpeda cenicienta de pelo desgarbado y cara de buena.
Hay que esperar hasta mediodía para encontrarse con Manuel Ortega y su burra, Rosita, en La Cruz de Tejeda. Manuel viene caminando desde Ariñez, en San Mateo, pero no parece pesarle la distancia: «Es aquí al lado, solo es media hora». Y andando, también, se va a su casa a la hora que le parece.

Rosita, en cambio, vive al lado de donde trabaja. «En una cueva que tengo aquí cerca. Entre esos dos matos», explica Manuel señalando unos árboles a su derecha.

El único burro que ahora pasea a los turistas en Tejeda es Rosita. «Hace años aquí había muchos más», dice Manuel. En los 70, con el boom turístico en las Islas, llegaron a contarse hasta 12 burros, entre ellos una a la que no sin sorna su dueño llamó Sofía Loren.

Manuel comenzó a llevar a Rosita a Tejeda hace tres años. Más por vocación que por negocio, porque esto anda al golpito. «Veces sí, veces no». Y últimamente, explica sin soltar la soga con la que está atada Rosita, es más bien que no. «Hay días», dice, «que haces un viaje, y gracias».

El «viaje» es el paseo de Rosita llevando a cuestas sobre la silla de montar a niños. Dicho paseo dura «unos cinco minutos», y se cobra «la voluntad». Pero hay gente que no puede ni eso, explica Manuel, así que se adapta. «A veces me llegan niños que se quieren subir y las madres le dicen que no pueden pagarlo... Yo los subo igual, no les cobro. Lo hago por los niños».

Y es que muchos de ellos, dice, no han visto nunca a un animal tan grande de cerca. Y no es que Rosita imponga mucho, pero la diferencia entre un burro de peluche y uno real es palpable. Manuel es consciente de eso. «Desde que la capital [Las Palmas de Gran Canaria] se cerró a los animales la gente no está acostumbrada a verlos. Antes había burros, cabras, cochinos. Por Mesa y López bajaban los burros con verdura. Por el Hospital Insular había una granja de cochinos y los cabreros iban por las calles vendiendo leche. La gente llevaba las tazas y los cabreros intentaban hacer negocio llenándolas de espuma», recuerda Manuel con una sonrisa socarrona.

Manuel Ortega tiene 63 años y vive de su pensión. Antes fue pastor, agricultor, obrero de la construcción... En resumen, dice: «Menos maricón, he hecho de todo para ganarme la vida».

Por eso ha tenido momentos buenos y malos, estos últimos especialmente en su juventud e infancia, «caminando descalzo».

Pero eso ya ha pasado. Ahora sigue con Rosita en La Cruz de Tejeda por afición. Su familia le insiste para que se retire definitivamente de este hobby de pasear turistas en burro, pero a él le gusta cuidar a sus animales. Caminar por el campo y «venir y hablar con la gente».
Y allí se queda, hasta que le parece que es hora de echar a andar y volver a casa.

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=227043

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