jueves, 3 de noviembre de 2011

LA EMIGRACIÓN A VENEZUELA EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII.

A partir de 1670  a emigración presenta un carácter masivo y familiar. Tras un siglo y medio de crecimiento se dan síntomas de crisis. La falta de salida del vidueño canario, un vino blanco de mesa, tras la emancipación de Portugal en 1640, cuyas colonias eran su mercado preferente, arrastra a numerosas familias isleñas, particularmente de Tenerife hacia tierras venezolanas y cubanas.  Se habla de sobrepoblación, La elite canaria, acusada de basarse su régimen privilegiado de comercio con América en el contrabando de productos europeos, comienza a hablar de llevar a familias canarias a los territorios vacíos del Caribe para evitar la pérdida de tal tráfico mercantil. La ocupación de Jamaica por los ingleses, la del oeste de Santo Domingo por los franceses y la de las Guayanas lleva a la Corona a plantearse esa alternativa para evitar la ocupación de parte de Venezuela o de las Antillas mayores. Se pacta con la Corona la Real Cédula de 1678 por la que debían ser trasladadas a tales lugares por los navieros canarios 50 familias por cada mil toneladas de comercio a cambio de no pagar el impuesto de avería. Sin embargo el objetivo era la obtención de una compañía privilegiada que nunca llegará. Hasta el Reglamento del comercio canario-americano de  1718 la Corona no asume los costes reales de ese traslado y  fundación de nuevos pueblos. Por ello serían generalmente particulares canarios o peninsulares a cambio de privilegios los promotores de tales iniciativas pobladoras, aunque el grueso de los emigrantes a Cuba y Venezuela lo hará por su propia cuenta.
La irrupción del cacao como producto de exportación y la pacificación y el control de Los Llanos favorecen la instalación definitiva de familias canarias en la región central de Venezuela. En la Caracas y La Guaira de fines del siglo XVII comienza a establecerse una importante colonia. Se calcula que representan entonces más de un 90% de los casamientos de inmigrantes blancos y un 16% del total, número que es mucho mayor si se tiene en cuenta que la gran mayoría se casaron y tuvieron hijos antes de emigrar. La agricultura de subsistencia y la ganadería les lleva a fundar pueblos en los altos del Valle de Caracas como Los Teques, Macarao, San Antonio de los Altos o La Vega. Frutales como el membrillero o el duraznero y cultivos como el maíz o la yuca los esparcen por doquier. Extienden el culto de la Candelaria en todos los rincones. Pero no sólo contribuyen a la agricultura, constituyen la mayor parte de los pulperos o mercaderes. Su presencia se encuentra desde la cúspide con gobernadores como Ponte y Hoyo o Bethencourt y Castro hasta artesanos mulatos y esclavos, de servicio o de plantación. Hasta en las bellas artes se puede hablar de una auténtica escuela canaria que pone su sello en la escultura, la pintura o la fundición.
Pueblo enteros de Tenerife como Buenavista, El Sauzal o Vilaflor se vacían, pero no sólo en el Valle de Caracas, en el Yaracuy fundan San Felipe e impulsan una agricultura cacaotera realizada mayoritariamente por hombres libres. En Los Llanos fundan la punta de lanza para la colonización San Carlos Cojedes, que culminarán más tarde con la de Calabozo, abriendo el camino a la penetración exterior, que culminará en la segunda mitad del XVIII. En Aragua se extienden por La Victoria y Maracay. Desde San Sebastián de Los Reyes se proyectan hacia Villa de Cura y San Juan de Los Morros. En Barlovento inician como pequeños cultivadores de cacao la colonización de Curiepe y Panaquire, que completarán en la segunda mitad del XVIII con la del Guapo y Río Chico. Otro tanto cabe decir en Barquisimeto y Guanare. En Maracaibo milicianos y familias son desplazadas para colonizar su interior. Pero sólo es efectiva cuando un empresario particular emprende con ellas la de Perijá. En Oriente son llevados a Cumaná y Cumanacoa, pero se quedan allí porque fracasa su colonización interior. Sólo al del Concepción del Pao es exitosa. Otro tanto ocurre con Upata, que abandonar tras ser incendiada por ataques británicos. Sólo en la segunda mitad del XVIII podemos hablar de una expansión colonizadora más efectiva.
Ese auge, con el tráfico con México y el contrabando como punta de lanza, choca bien pronto con la Corona que crea para contrarrestarlo la Compañía Guipuzcoana. Los canarios se sienten golpeados por su control  que perjudica esencialmente a los pequeños cultivadores. La rebelión estalla en 1741 en San Felipe Yaracuy y tiene su expresión más señera en 1749 con la del herreño Juan Francisco de León. Su derrota es la advertencia más seria a los campesinos que ven cerrada su conversión en hacendados. La colonización interior es su única alternativa. Es la época en que predomina la emigración de varones en Los Llanos o Oriente para roturar nuevas tierras como Chaguaramas, Ospino o San Jaime en Los Llanos o Nueva Palencia  o la Piragua en el Oriente.
El éxito de la colonización interior lleva de nuevo a fines del siglo XVIII, en vísperas de la independencia, al renacimiento de la emigración familiar. El café es su aliciente. La independencia,  consecuencia ineludible del vacío que supuso la invasión napoleónica, fue antes que nada una guerra social en la que canarios de la élite y del pueblo llano se expresaron como venezolanos, porque para ellos eran criollos. Si bien al principio todos los espectros sociales la apoyaron, su carácter oligárquico mostró la desafección de las clases bajas que simpatizaron con la contrarrevolución. Pero con los llaneros al mando de Páez volvieron de nuevo a la causa independentista, como el conjunto de las clases bajas  
http://www.gobiernodecanarias.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario