sábado, 5 de noviembre de 2011

Tonelero en Lanzarote

La tonelería es una especialidad de la carpintería que fue muy común en Canarias, unas islas que necesitaban tales envases para el agua, las salazones de carne y pescado y, sobre todo, el vino. En el siglo XXI sólo queda un taller activo en todo el archipiélago con los últimos tonelero

Por Yuri Millares
A sus 44 años, Rafael Corujo de León es un profesional con una experiencia tan extensa en tonelería como le da el haber hecho su primera barrica con sólo siete u ocho años de edad. Su abuelo materno, Felipe de León Tejero, fue un conocido tonelero de San Bartolomé (Lanzarote) que emigró a Cuba con sus propias herramientas como equipaje. Regresó después de unos años con más herramientas de las que se llevó, habiendo fabricado allí incontables ruedas carro y barricas para ron. En su taller lanzaroteño enseñó al único hijo que le siguió los pasos, Felipe de León Rocío, y éste fue el maestro de su sobrino Rafael. Maestro Felipe y Rafael son los últimos toneleros en activo que quedan en Canarias.
Rafael Corujo fue también el último miembro de la familia que nació en la casa donde tenía el taller su abuelo, quien murió siendo él muy niño, un niño que tenía en el taller su centro de juegos entre duelas, viruta, aros y una variedad asombrosa de herramientas de las formas más extravagantes. Incluso, los sábados y domingos, cuanto maestro Felipe cerraba con un candado la pesada puerta del taller, él se colaba por el hueco que quedaba al quitar una piedra suelta de la entrada.
“El primer trabajo que yo hice por mi cuenta de tonelería fue una barrica que la tiene un señor que se llama Julián. Yo tenía siete u ocho años y era por Navidad. Se lo había encargado a mi tío y era muy pequeñita, de tres litros, y mi tío dice: ‘No, no, eso es muy pequeño, yo eso no te lo hago’. Y es verdad, las barricas pequeñas dan mucha lata”, explica.
“Entonces el señor habló conmigo y yo dije que sí se la hacía. Tampoco yo sabía lo que le había dicho mi tío y yo ahí con mi barriquita, mi tío contento (‘Sigue con tu barriquita’) y cuando llego a la hora de poner el fondo, se me atravesaba, hacían falta dos personas para agarrarla. Y digo: ‘Felipe, ¿tú me ayudas?’. ‘Sí’. Me ayudó. Cuando pusimos el fuego me dice: ‘¿Y esto para qué lo hiciste, para ti?’. ‘No, esto es para Julián’. ‘¿Cómo, que es para Julián? ¡Yo le digo que no se la hago y tú, pendejillo, vienes y...!’, casi me mata”, se ríe al recordar la anécdota.
Se acerca el cuentillo
Pese a su afición a la tonelería, Rafael Corujo estudió y llegó a tener varios empleos (incluso en una agencia de viajes), hasta que decidió ponerse al frente de la carpintería en la antigua casa familiar, donde se ha convertido en un experto fabricante de muebles con diseño tradicional canario sin abandonar la tonelería: con barriles antiguos hace barras de bares, mesas y sillones, y con madera nueva de roble: barricas, foniles, cantimploras, bateas de amasar gofio.
“Con el cuentillo de la cantimplora ya he vendido más de cien”, dice, atribuyendo el diseño a su abuelo. Y hace el relato: “Antes se iba al campo y todavía existe la tradición esa, de que mi padre tiene dos tierras pero tiene que plantar [otras] 25, porque a él le van a ayudar 25 personas. Con mi abuelo pasaba lo mismo, tenía muchas tierras donde iba a hoyar, a joyar como dicen ellos, para plantar la batata y todos iban por el vino que tenía. Pero parece que tenía un camello que era medio atravesado y pegaba a dar brincos y como llevaba la silla con los garrafones colgados de vino, si se caía el garrafón, adiós vino. Una vez le hizo la faena el camello y dijo mi abuelo ‘esto aquí se acabó’: cogió y fabricó las cantimploras”.
 
Felipe Corujo trabajando en el taller que recreó en el Museo El Grifo./ foto Y. M.
 
PASO A PASO
 

Por el gusto de oler roble

“La diferencia entre el roble francés y el americano es el olor”, explica. “Si tuviera que estar en un trabajo cortando roble francés lo haría a mitad de precio, por el gusto de estar con ese olor tostado de café y vainilla. El roble americano no huele mal, pero algunos huelen a fango”.
1. Herramientas
En gran número, todas son de utilidad precisa y especializada: azuela plana, azuela curva, rebote, torno de batir, martillo, poedor, jabrera, compás de puntas, sierra de rodear, estirafondos, bigornia, barrena, calafate, puntero.
2. Las duelas
La barrica se hace con tiras de madera (duelas), que se preparan sacando tiras en sentido longitudinal del tronco. Se recortan y cepillan en un banco de tonelero y se miden sobre la vitola.
3. El alzado
La duela se vacía por el lado cóncavo con la azuela curva. Después se arma la barrica (alzado) sujetando las duelas con unos moldes (aros de hierro).
4. Batido con fuego
Proceso de curvado de las duelas haciendo un fuego suave en el interior con restos de maderas y serrín, para que el vientre de la barrica reciba el calor. Después se emplea el torno de batir hasta introducir un aro-molde.
5. Fondo y arcos
Con un número impar de tablas se hace el fondo, calculando con el compás de puntas la circunferencia y ajustando su encaje con una fina capa de sebo de macho amasado con gofio. Por último se colocan los arcos de hierro.
 
Repasando una barrica ya terminada./ foto Y. M.
http://www.pellagofio.com 

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