domingo, 29 de enero de 2012

Alguien se llevó a mi hija

Dolores Melián dio a luz en 1972 a una niña en el Hospital Insular de la capital grancanaria. La trajo al mundo, pero nunca supo más de la pequeña

ANTONIO JOSÉ FERNÁNDEZ
TELDE

La angustia de la incertidumbre la reconcome desde hace casi 40 años. Lleva décadas torturándose con la misma pregunta. "¿Qué ha sido de mi hija?" Dolores Melián Zurita, vecina del Valle de Jinámar, ingresó el 11 de diciembre de 1972 en el Hospital Insular a punto de dar a luz. Cuando salió del complejo, no traía entre sus brazos a la hija que había nacido, pero tampoco nadie le había certificado con papeles que había muerto. "Me lo dijo de boquilla un médico el día después, pero yo estoy convencida de que alguien se la llevó recién nacida", sentencia con lágrimas en su rostro.

Sospecha que alguien de su entorno familiar pudo llegar a algún acuerdo ilícito con una pareja desconocida para entregársela en adopción, y por ese mismo motivo, con la ayuda del abogado Rafael Esteva, ha interpuesto una querella criminal contra el hospital por un presunto delito de desaparición de menor. El caso ha sido admitido a trámite por el juzgado de instrucción 1 de la capital, donde llevan más de un año solicitando informes al respecto. De momento, ni hay imputados ni testificales.

Rodeada por un mar de papeles, Dolores saca el dolor que le oprime. Muestra una foto suya, de cuando contaba 25 años, por si su hija sigue viva, la ve en el periódico y reconoce tener parecido físico con ella. "Si es así, que se ponga en contacto con ustedes para dar conmigo. Siempre quise criarla, pero me la quitaron. Mi corazón me dice que ella vive".

Su historia es la de una pobre joven de una familia con escasos recursos que, cinco meses antes de convertirse en madre soltera, es ingresada en el antiguo hospital San Martín de Vegueta por consejo de un familiar. "Me metieron allí para atenderme mejor y sólo podía salir con su consentimiento. Un día vino una pareja que no conocía de nada preguntando por mí y llamándome como Mari Lola. Muy poca gente me llamaba así, con esa familiaridad. Me preguntaron si quería donar a la criatura que fuera a tener en adopción y me negué. Después pasaron los meses y cuando rompí aguas me llevaron corriendo al Insular".

En el inmueble entró el 11 de diciembre de 1972. Al día siguiente, "completamente sedada y sin ningún tipo de conocimiento", nació una pequeña de 3,450 kilos de la que nunca más sabría. "Me desperté seis horas después del parto, que fue en una camilla, y no me la trajeron. Una enfermera me apuntó al día siguiente que no me preocupase, que la pequeña estaba bien, bautizada y con el nombre de Pilar. Luego llegó un médico que me dijo que había muerto y, según me comentó mi hermano, alguien salió del hospital con un bulto. Esa persona, supuestamente, era el representante de una funeraria que se llevaba a mi hija a un cementerio, pero que no dejó que mi hermano la acompañase. Yo creo que todo era un engaño".

Tras ese inusual incidente, Dolores estuvo cinco meses solicitando a los doctores que la atendieron en el parto la documentación sobre su alumbramiento "sin éxito".

Harta de tanto sufrimiento, en diciembre de 2009 se dirigió de nuevo al Insular y obtuvo un informe del jefe de Archivo que no hizo otra cosa más que añadirle incertidumbre. El documento indicaba que "no figura registrado en la documentación que se conserva del episodio que su hija falleciese" y, dos líneas más abajo, certificaba que en el informe del parto "aparece registrado que dio a luz una hembra viva".

Además, en el Registro Civil pidió dos veces información sobre certificados de nacimiento o defunciones de bebés durante aquella fecha. No le han contestado. Tampoco les consta la apertura de un legajo por un episodio de criatura abortiva, "algo a lo que estarían obligados en el hospital", subraya su letrado.

El hecho de que los facultativos que la atendieron hayan fallecido añade un punto más dificultad al caso y no concede tranquilidad a una madre que está convencida de que fue víctima de un expolio cruel hace ya casi 40 años. Mantiene en sus manos el libro Vidas robadas, donde se relatan casos similares al suyo. "Miro varios párrafos y me parece leer lo que me ocurrió a mí", concluye. Lamentablemente, el suyo, de confirmarse, no fue el único registrado en las islas. "Si alguien ve mi foto de hace 40 años y cree ser mi hija, por favor, que lo diga", susurra a modo
de súplica.

 

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