Juan Rejón fue el jefe de la expedición castellana que, acompañado por el deán Bermúdez y de sus tropas, arribó a la isla para su conquista. Fue él quién fundó el campamento del Real de las Tres Palmas en 1478.
Pedro Gomez Escudero describe así el sitio elegido:
Era un hermoso valle de gran cantidad de palmas i dragos, higueras i sauces, i agua que corría siempre a el mar de un arroio llamado Geniguada (…)
En este punto se levantó un recinto fortificado en cuyo interior se edificó una pequeña iglesia dedicada a Santa Ana, probablemente sobre la casa aborigen en la que se ofició la primera misa de campaña, y que, supuestamente, debió estar ubicada en la zona trasera de la Catedral. Todos los datos apuntan a que esta instalación se realizaría sobre un asentamiento aborigen o en sus proximidades.
Tras dos batallas contra los aborígenes, marchó a Lanzarote a pedir ayuda a Diego de Herrera. Éste no solo se la negó, sino que lo expulsó de la isla.
A su regreso Gran Canaria, se encontró con Pedro de Algaba, nombrado gobernador. De acuerdo con el deán Bermúdez, prendieron a Juan Rejón y lo enviaron maniatado a Sevilla.
Los comisarios castellanos le escucharon y le devolvieron a Canarias con el obispo Frías.
Durante la ausencia de Juan Rejón, Bermúdez fue derrotado en Moya. En esta situación favorable llegó Rejón; prendió a Algaba; lo procesó y lo ejecutó en la plaza de San Antonio Abad.
Desterrado Bermúdez, quedó victorioso, pero al prepararse para continuar la conquista fue sustituido por Pedro Herrera, enviando a Juan Rejón de vuelta a la península.
Al mando de una escuadrilla para la conquista de la Palma y Tenerife, regresa a las islas.
Los vientos lo llevaron a La Gomera y allí desembarcó para descansar. Hernán Peraza mandó detenerlo, Rejón se defendió; pero herido en la cabeza por un dardo y atravesado por una lanza, murió en los brazos de su esposa, Elvira de Sotomayor. Fue enterrado en la iglesia parroquial de San Sebastián.
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