martes, 8 de marzo de 2011

Nazis en Canarias

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La pequeña tocaba el piano intentando que aquellos oficiales nazis no descubrieran su secreto. En un céntrico piso de Madrid en 1940, nuestra protagonista amenizaba con su música las reuniones de los militares alemanes de visita en España quienes, ajenos a la discreta testigo, conversaban sobre operaciones militares, estrategias y otros asuntos de su gobierno. Joachim von Ribbentrop, Ministro de Asuntos Exteriores, Albert Speer, arquitecto del Führer, y Wilhelm Canaris, Jefe de la Inteligencia Militar, solían frecuentar el lugar.
Aquel salón fue testigo de conversaciones por las que los aliados habrían pagado cualquier cifra. El secreto de la niña consistía en que entendía perfectamente el alemán, aprendido de su abuela austríaca. Muchos años después, ya anciana, los investigadores David Zurdo y Ángel Gutiérrez dieron con ella, rescatando de su memoria interesantes datos sobre aquel piso franco de los nazis en España. Entre lo que allí pudo escuchar destaca el relato sobre una expedición que los nazis preparaban a las Islas Canarias en busca de algún tipo de tesoro. En La Vida Secreta de Franco, los autores citan la anécdota, asegurando que se había fletado un submarino para realizar la misión, aunque lamentablemente la pista acaba ahí, sin posibilidad de seguirla, debido al carácter fortuito del comentario de los oficiales. La naturaleza del tesoro y los detalles de la supuesta expedición quedan en el ámbito de la especulación. No obstante, es un valioso dato que aporta una pieza más al rompecabezas de la intrahistoria del nazismo –en la que anidaron creencias ocultistas y empresas peregrinas– situando a Canarias en el tablero de ajedrez pangermanista del nacionalsocialismo.
Los guanches arios
Antes de sumergirnos en tan sugerente tema, debemos detenernos en el documentado interés que los nazis mostraron por los guanches, los antiguos pobladores de Canarias. Y es que, aunque la conquista de Canarias no concluyó hasta finales del siglo XV, desde al menos dos siglos antes se acumulaban las referencias sobre su existencia y las peculiaridades de sus pobladores. Los aborígenes canarios eran descritos en aquellas primeras noticias –como las aportadas por Giovanni Bocaccio– de manera un tanto romántica, realzando sus virtudes y poniendo de manifiesto su desconcertante refinamiento y desarrollo social y religioso, frente a las condiciones casi salvajes en las que se veían obligados a vivir por la limitación de recursos. Bocaccio explicó que eran de gran estatura, rubios y de ojos azules, estableciendo unos rasgos corroborados por otros cronistas en épocas posteriores y que, como el lector adivinará, se adaptan al prototipo ario que tanto codició Heinrich Himmler para las SS. Se trataba de una civilización desarrollada, a la que el medio natural había paralizado y hecho retroceder. Para cuando la arqueología y la antropología pusieron las cosas en su sitio, contextualizando estos rasgos predominantes dentro de otros mucho «más comunes», la figura del «buen salvaje» ya había cautivado a los estudiosos germanos, que no tuvieron reparo en adjudicarles un origen centroeuropeo, contemplándoles como descendientes de los pueblos que inspiraron la heroicidad de los mitos teutónicos.
Un papel destacado en esta vinculación entre guanches y germanos la estableció Franz von Löcher, escritor y viajero alemán que, por encargo de Luis II de Baviera, viajó a Canarias en 1873. Al más puro estilo de los nacionalistas que apenas dos décadas más tarde darían forma al movimiento ariosofista, del que se nutriría el ocultismo nazi, Löcher formuló en su libro Los germanos en las Islas Canarias (1886) la teoría de que los aborígenes isleños eran de origen germano y que, de hecho, guanches –o guarache como los cita– era una deformación del término wandches, que significa «vándalos».
Según su tesis, en el año 492 d.C. el pueblo de los Vándalos, de origen germano, ocupó el Norte de África conquistando Cartago y doblegando a los bizantinos. El general bizantino Belisario se tomó la revancha hacia el 533, aunque un nutrido grupo de vándalos logró escapar de las represalias. Parte de ellos se habrían establecido en el sur de Marruecos y el resto prosiguió su éxodo hasta alcanzar Canarias tras divisar el Teide. Su superioridad cultural y militar no encontró resistencia entre los nativos que ya habitaban las islas, imponiéndose también racialmente, aunque paulatinamente entrarían en retroceso, según Löcher, «al perder el uso de los metales y la construcción de embarcaciones (…). Su lengua se anquilosó y su cristianismo se deformó».
Ignoramos si su obra fue conocida por Hitler o los altos mandos del nazismo. Pero su difusión, en un momento en el que el pangermanismo nacionalista y la ariosofía cobraban fuerza, no debe ser despreciada y constituye un ejemplo del interés de los científicos alemanes de la etapa pre-nazi por la población prehispánica de Canarias. Además, sin ser un autor de culto, la obra de Löcher difícilmente podía haber pasado desapercibida, teniendo en cuenta que su obra más notable llevaba el título de La importancia del pueblo alemán en la historia universal. Un interés que también se dejaría notar, ya en plena gestación del nazismo y con una documentada influencia en el mismo, en la obra del historiador Gustav Kossina, quien apuntó la existencia de una gran oleada de pueblos indio-arios que a partir del tercer milenio a.C. habían dado origen a las culturas védica, zoroastrista, megalítica, griega y romana, ocupando el África bereber y alcanzando Canarias. Aunque su propuesta fue muy criticada, en torno a su figura se creó el Instituto Arqueológico de Marburg, que gozó de la simpatía del ideólogo nazi Alfred Rosemberg, por lo que no es descabellado pensar que, para entonces, Canarias empezara a ser un objetivo de interés en la búsqueda de los orígenes de la raza aria impulsada por la organización nazi Ahnenerbe o «Herencia de los ancestros».
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¿Un tesoro templario?
Al mismo tiempo, los raciólogos alemanes fijaron su atención en los guanches a través de personajes como el antropólogo Eugen Fischer, quien en los años veinte se interesó por los aborígenes canarios, estudiando sus vestigios y rastreando la supervivencia de los rasgos físicos en la población de la época. Fischer, utilizado como fuente esencial por Hitler en su Meinf Kampf, escribió sobre los guanches: «son rostros de ángulo facial muy abierto, pómulos prominentes y base de la nariz algo hundida, de tipos de huesos bastos y de gran estatura, que se distinguen perfectamente de las razas mediterráneas». Su trabajo abriría el camino al etnólogo austríaco Josef Dominik Wölfel y a la antropóloga Ilse Schwidetzky, quien estudió los restos óseos y la población viva de las islas, corroborando la pervivencia racial entre los campesinos, conclusiones que coinciden con los planteamientos de los grupos völkisch, que veían en el campesinado alemán a los auténticos guardianes de la pureza aria.
Schwidetzky, cuyo retrato ocupa un destacado lugar junto al de Fischer entre los pioneros de la investigación de los guanches en las salas del Museo Arqueológico de Tenerife, mantuvo durante su juventud una colaboración con las publicaciones raciales cercanas al nazismo. La duda radica en saber si éstos y otros estudiosos acudieron a Canarias financiados por entidades nazis o si este movimiento simplemente se aprovechó de su trabajo, descontextualizándolo a su favor como hizo con otros estudios.
En cualquier caso, resulta sugerente que los antropólogos alemanes fijaran su atención en la tipología racial de los guanches, desde antaño descritos con los rasgos del ideal de hombre ario y, simultáneamente, los grupos ocultistas ariosóficos de los que surge parte del nazismo comenzaran a reescribir la historia germana, idealizando a sus antepasados y a sus dirigentes a rastrear los vestigios allí donde fuera necesario y a recuperar su raza, que consideraban divina.
Un dato más: la supuesta vinculación de Canarias con la mítica Atlántida. Si los ocultistas nazis –y líderes como Hess, Himmler o Rosenberg– estaban convencidos del origen atlante de los arios y no descartaban la posibilidad de su supervivencia en lugares aislados ¿no implicaba esto un motivo más para buscar en Canarias?
Como se explica en otro artículo de este dossier, en 1938 el naturalista Ernst Schäfer, acompañado por el doctor Bruno Berger, buscó en el Tíbet a los ancestros de la raza aria. ¿Qué les habría impedido hacer lo mismo en Canarias? En las inmediaciones del Tíbet los ocultistas nazis también ubicaron ciudades o reinos subterráneos, que buscaron siguiendo los testimonios de quienes aseguraron haber estado en ellos. Curiosamente, en el Barranco de Badajoz, en Güímar, se sitúa un relato apócrifo sobre una expedición alemana que buscó en las entrañas de este enclave mágico la entrada a una ciudad subterránea. ¿Se podría estar refiriendo el relato de la niña con la que comenzamos este artículo a esta supuesta expedición? Es imposible saberlo, como también lo es saber sí el tesoro tenía algo que ver con unas cuartetas de Nostradamus que, presumiblemente, aluden a un tesoro en Canarias vinculado con los templarios: «Puesto tesoro Temple, ciudadanos hespéricos / en aquel retirado lugar secreto / el Temple abrir… (…) Debajo dencina Guien, del cielo cortado, no lejos de allí está escondido el tesoro que durante largos siglos había sido amontonado».
Está documentado el interés nazi por las profecías del médico francés, así como la obsesión por templarios, teutones y otras órdenes de caballería pero ¿se referían estas cuartetas a un tesoro oculto por los templarios en Canarias? La pregunta más intrigante sigue sin respuesta: ¿encontraron los nazis los que buscaban en las islas?

http://templars.wordpress.com

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