domingo, 20 de noviembre de 2011

El origen del perro de aguas español (segunda parte)



El perro original, permaneció en las Islas Canarias, y según relatos de los guanches su tamaño sería el similar al de un caballo, donde los antiguos isleños canarios relatan su gran miedo a unos perros grandes, de pelo largo, que vivían en cuevas, próximos a la lagunas pantanosas, de donde bebían agua. Plinio, en el siglo I d.c., escribe que una expedición enviada por el rey Juba de Mauritania (siglo I a.c.) hacia las islas, regresó con dos enormes perros "proximam ei Canariam vocari a multitudine canum ingentis magnitudinis" y de los que se deriva el nombre del archipiélago. En guanche "lana" se dice Iru y "perro" se dice Ene. Entre las divinidades de los guanches, destaca un dios en forma de perro lanudo llamado Iruene (o Tibisena o Guayota), que se identifica con el diablo y al que dedicaban exvotos e ídolos adoraticios; no sin razón, Goethe, hace aparecer en la obra de Fausto en forma de perro de agua al diablo. Los Tibicenas, eran espíritus demoníacos con formas de perros lanudos que a veces los guanches relatan que salían del mar. Los aborígenes también creían en seres maléficos y en fuerzas negativas que se manifestaban en este perro lanudo que atacaba a la gente o a sus animales y que solía aparecer de noche o de día, de improviso. Para evitar este temor y como adoración, les ofrecían ofrendas de comida y miel, en las grietas elevadas del suelo, donde vivían estos cánidos altivos. En especial, les llevaban ovejas/cabras llamadas aras (con el tiempo "ara" significó altar de sacrificio en un alto, donde se inmolaban corderos y cabras); más tarde de este antiquísimo ritual el mundo cristiano cogió la imagen del cordero de Dios como la de Jesús Sacrificado. Estos perros solían cazar de noche y por eso eran muy astutos cazadores y no se descubría su presencia pues los ojos no titilaban o refulgían debido a que estaban ocultos por los pelos de la frente. EL pelo largo, rizado, y prieto les protegía del frío de la noche y de las picaduras de mosquitos y otros insectos molestos.

El cronista Pedro Gómez Escudero relata lo siguiente: “...Muchas y frecuentes veces se les aparecía el demonio en forma de perro muy grande y lanudo de noche y de día y en otras varias formas que llaman Tibiçenas..." Según su relato, durante la "conquista" al sucumbir grandes cantidades de guanches por un enfermedad misteriosa llamada "modorra", los perros-dioses-lanudos al no recibir sus dones de ofrendas se comieron los cadáveres que hallaban y tanto se aficionaron a la carne humana que pasaron a atacar a los vivos y así el cronista nos habla que "como los naturales se descuidaban de darles de comer, hallando carniza de cuerpos muertos, tanto se encarnizaron en ellos, que acometían a los vivos y los acababan, y así tenían por remedio de su desventura los naturales dormir sobre los árboles cuando caminaban, por miedo de los perros"

Los síntomas de la "modorra" responderían a la enfermedad del carbunco (bacteria del Antrax) que afecta a ganado lanar, caprino, ovino y equino, cuya sintomatología es idéntica a la descripción histórica de la Modorra... Pero como la "modorra" no afectó a los españoles, he llegado a la conclusión que los españoles envenenaron los pozos con una planta común en la riberas de las islas llamada Adelfa. Esta planta en las islas se conoce como tabaiba parida o torda o tabaiba amarga, también llamada salvaje, mora o higuerilla, especie frecuente en los pedregales del Archipiélago. Discórides comenta lo siguiente respecto a la adelfa: "Sus hojas y sus flores son veneno mortífero de los perros, de los asnos, de los mulos y de muchos animales cuadrúpedes. Empero bebidas con vino, son remedio a los hombres contra las mordeduras de fieras; principalmente si se mezcla con ellas ruda. Los animalejos flacos, cuales son las cabras y las ovejas, en bebiendo tan solamente el agua de su infusión, mueren." Al morir las ovejas y cabras, que bebieron de esas aguas y al caer enfermos los guanches por ese agua; las ofrendas a los grandes perros de lanas se dejaron de hacer. Éstos altivos canidos acuciados por el hambre empezaron a comer carne de cadáveres y luego atacaron a los hombres vivos. No sin razón, el cronista habla de que de pronto tuvieron que subirse a los árboles para evitar ser comidos. Muchos perros salvajes al beber de estas aguas contaminadas murieron. A los españoles no les causó la muerte esta "modorra" por dos motivos: sabían que pozos estaban envenados y contaban con el antídoto (vino o vinagre con sal y ruda) Otros perros "Iruenes" murieron envenados con carne en las que iba oculto raíces negras de Acónito o Matalobos azul (Aconitum napellus vulgare) y hojas de dicha planta, y que al ser comidas provocaron la muerte súbita de los canes salvajes; ya que basta una mínima dosis del principio activo que contiene, la "aconitina", para provocar la muerte, por ejemplo, de una persona en apenas una hora; esta planta se usó siempre para matar a los lobos y perros salvajes en España.

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