Hubo un tiempo en las Islas, siglos atrás, en que era habitual en los
pueblos los alzamientos contra la explotación de los terratenientes y
la oligarquía. Eduardo P. García Rodríguez recoge muchos episodios de
este tipo en su trabajo Alzamiento, motines y represiones en Canarias.
Uno de los que relata con más detalle fue el ocurrido en 1718 en La
Orotava. Cuenta García Rodríguez que en el amanecer del 25 de febrero de
ese año apareció en la esquina de Santa Clara un cartel anónimo con
varias reclamaciones: “La creación de una cárcel en la localidad, que no
se permitiese extraer expedientes ni procesos de aquella jurisdicción,
que se construyese una fuente y que se distribuyese el vino en las
tabernas con más equidad”. El pasquín fue mandado a retirar por el
alcalde mayor, pero a la noche siguiente fue repuesto por un grupo de
cincuenta encapuchados. Esta petición, aparentemente normal para la
época, encerraba en realidad un trasfondo político mucho más complejo. Los instigadores convocaron una asamblea general para el 5 de marzo en la ermita de San Roque.
La asistencia fue tan masiva que se hizo preciso trasladar el acto a
la iglesia de San Agustín. Una de las voces que se dejó oír fue la del
vicario Juan Delgado, quien propuso añadir las siguientes peticiones:
“Primero, que se reintegrase la alhóndiga, porque debiendo tener en su
almacén dos mil fanegas de trigo, solo tenía 14. Segundo, que el Cabildo
de La Laguna hiciese entrega a La Orotava de los propios pertenecientes
a aquel distrito. Tercero, que se repartiese el vino en las tabernas
sin intervención de la justicia. Cuarto, que se recogiese el agua
sobrante en un depósito. Quinto, que de lo que de ella y de los propios
se recaudase se destinara a la construcción de un puerto y fábrica de
una cárcel, un hospital y una parroquia”. Pero los verdaderos intereses y
necesidades sociales iban más allá de esas peticiones.
La noche del primero de abril, los sublevados escalan la torre de la iglesia de La Concepción y tocan las campanas a rebato. Más de 1.500 vecinos acuden a la llamada y se forman en tropa.
Se dirigen a la casa del alcalde mayor, Alonso Pérez de León, y
derriban las puertas. El alcalde consigue huir. La columna se dirige a
la casa del alférez mayor y coronel, Francisco Valcárcel. Apuntándole
con varias armas de fuego le intimidan para que convoque al regimiento y
marche con ellos en busca del alcalde y del escribano. El coronel se
niega a las pretensiones de los alzados, quienes lo obligan a
acompañarles hasta una de las calles céntricas, donde un pregonero
reclama que se expulse al alcalde “por enfermo y poco letrado”. Al
amanecer los sublevados celebran una asamblea en los llanos de San
Sebastián, y luego, “con tambor batiente”, se dirigen a Las Caletas del
Puerto. Por el camino talan viñas, derriban casas, arrancan árboles y
arrasan mojones, como recuperación de las tierras comunales de las que
habían sido desposeídos los vecinos por la primera Corporación exenta.
La sublevación se mantuvo hasta que el general Landaeta entró en la
villa el 5 de abril al frente de los regimientos de Güímar y el Realejo,
restituyendo al alcalde. Luego se apresó y desterró a algunos de los
amotinados.
Cualquier tiempo pasado no fue mejor…
Fuente imagen y artículo,http://www.diariodeavisos.com/frustrado-motin-1718-contra-caciques-villa-orotava/
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